si pudiera encerrarlo en una ballena muerta
y ponerlo al sol colgado de unos cables eléctricos,
el miedo a vuestra necesidad de fruto,
a vuestros pájaros con números de oro
cantando en las jaulas registradoras,
el miedo que tuve
y ya no tengo
porque sembré una casa:
la que ahora estalla de gerundios en flor.